REPARTIR LA TORTA

La justicia social no es producto del consenso, sino de la disputa por el excedente. No se puede hacer una justa distribución de la riqueza sin afectar a intereses concretos. La idea de que poner en marcha la economía alcanza con su derrame para que los sectores populares vivan mejor ha demostrado su fracaso una y otra vez. Aun cuando ese derrame sea inducido a través de políticas sociales o rentas universales.

Combatir al capital no significa socializar todos los medios de producción, aniquilando toda iniciativa privada, sino evitar que las grandes concentraciones económicas determinen nuestra economía en función de sus propios intereses. 

Los Grupos Económicos Transnacionales, que expresan la práctica del capital concentrado, son en la etapa senil del capitalismo globalizante, la punta de lanza del proceso de reconfiguración de la estructura económica dependiente y excluyente.

Estos operan tanto a través de la transformación del modo en que se produce y para quién, como de las formas culturales del consumo.

No es posible construir un modelo de desarrollo endógeno, basado en la solidaridad y el consumo de las mayorías ni reprimarizar la economía (modelo extractivista) contando con la “colaboración” de los Grupos Económicos Transnacionales y su Inversión Directa Extranjera (modelo desarrollista). La propia práctica que estos grandes conglomerados económicos despliegan, determina la estructura económica nacional en función de sus intereses transnacionalizados y monopólicos.