PLENO EMPLEO CON SALARIOS DIGNOS
El capitalismo fue productor y beneficiario de una concentración económica a nivel mundial que no tiene precedentes. Mayor o menor índice de desempleo, subocupación o flexibilización laboral, pero en todos lados un quiebre con el pleno empleo que requería el Estado de Bienestar en sus diversas formas, ha sido la característica de las economías nacionales de los diversos países en los últimos años.
La necesidad de sobrevivir de las mayorías generó a su vez una economía de autoempleo con formas creativas e informales de trabajo. Esta economía paralela a la economía formal no es nueva en Latinoamérica, en la cual en muchos de sus países supera incluso en la cantidad de personas que emplea a la otra. Es una economía mayormente de pobres para pobres. Últimamente en nuestro país se la denomina economíapopular.
El trabajo que esta economía produce sin la intervención del Estado es sin derechos: no hay vacaciones, aguinaldos, cobertura salarial por enfermedad, pagos por accidentes, etc., etc.
El trabajo dignifica a la persona humana. Si no somos capaces de generar una economía en la que los hombres y mujeres no sean expulsados del aparato productivo, sino que integrados no sólo a la producción de lo que la sociedad produce, al mismo tiempo sean beneficiarios de esa producción, difícilmente podamos construir una sociedad democrática.
En el trabajo entendido como transformación de la realidad que lo circunda pone el hombre la valoración de sí. La desocupación ha sido el gran flagelo que mantuvo de rodillas a nuestro Pueblo durante el apogeo del neoliberalismo.
El desafío fundamental es constituir al trabajo como derecho. El trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume No sólo el pleno empleo eleva los pisos salariales, sino también la organización de los trabajadores hace que se vaya discutiendo en paritarias que parte se queda en el bolsillo de los que verdaderamente producen la riqueza de una Nación.
No queremos hacer un sindicato de pobres sino que las y los trabajadores se vayan integrando a sus
respectivos sindicatos por rama de producción. Estamos convencidos de que los trabajadores son la columna vertebral de cualquier proceso de cambio social.
En la construcción de la Argentina del trabajo tiene un rol fundamental el movimiento obrero.
El sindicalismo en nuestro país ha tenido históricamente niveles de organización y de conquistas que están por encima de todos los demás de América Latina. Debe poder encarar un trasvasamiento generacional que le otorgue la vitalidad necesaria para convertirse en protagonista y estar a la altura de las circunstancias históricas sin miradas mezquinas y con horizontes que trascienden lo reivindicativo para meterse en lo político de la discusión del proyecto nacional, esa es la mejor tradición del movimiento obrero argentino, aunque en los últimos años de los 90 por lo menos y fruto del retroceso del trabajo/empleo fue tomando una impronta más conservadora, priorizando muchas veces la sobrevivencia de los sindicatos por sobre la de las y los laburantes.